Tomas dos zapatos vacíos. Que tengan mi talla, que sean de mi color. Te los pones. Bailas como si yo estuviera delante de ti. Me sonríes, el brazo acomodado sobre mi brazo. Evocas la presión de mi mano en tu cintura. La música es alegre, toda la alegría posible en cada detalle para impedir que mi ausencia se cobre el precio con la melancolia. Al menos así, finalmente bailo bien, no peso, soy liviano ágil perfecto, como si no estuviera.
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